No importa lo elaborado que sea nuestro equipo de audio, la respuesta final de bajos dependerá del lugar en el que lo escuchemos y también, hay que decirlo, del estado de nuestros oídos.
Una habitación no tratada acústicamente tendrá forzosamente una frecuencia mínima propia, debajo de la cual un micrófono instalado en el lugar de escucha no registrará nada. Es que las ondas sonoras de frecuencias más bajas se anulan debido a las dimensiones del ambiente y no deberían oirse. Digo no deberían, porque el cerebro humano es un instrumento muy complicado y refinado que hace cosas sorprendentes. En psicoacústica se estudia que si se refuerzan los sonidos armónicos de una frecuencia no escuchada el cerebro reconstruye la onda fundamental por un cálculo propio. O sea, escuchamos un sonido que no está presente fuera de nosotros dentro de nosotros. Muchos equipos comerciales de bajo costo aprovechan esto para utilizar parlantes con conos muy pequeños como para dar bajos muy profundos, pues no tienen "el pistón" necesario para mover la columna de aire que supone una nota baja. Reforzando la respuesta en torno a los 100 Hz o ciclos por cada segundo, cosa que cualquier parlante puede hacer, el sonido "se oye" más rico en graves aparentemente más bajos que 100 Hz.
Este tipo de escucha produce fatiga, ya que el cerebro tiene que trabajar reconstruyendo sonidos que no están. En algunos casos produce sueño y en otros hasta dolores de cabeza. Esta es la razón por la que los graves suenan tan naturales en teatros, cinematógrafos y otros grandes ambientes.
La siguinte fórmula permite calcular la frecuencia mínima -en ciclos por segundo- de un local vivo de forma ortoédrica, es decir, de paralelepípedo recto rectángulo, en función de la temperatura ambiente y de sus dimensiones en metros. Formas más complejas hacen difícil el cálculo y más práctica la medida, con un micrófono y un generador de tonos de 20 Hz a 200 Hz. Pero, integrales aparte, para un recinto de formas raras, medir diagonales entre piso y techo de medidas preponderantes, promediarlas, dividirlas por tres y tomar esa longitud como la longitud de onda del sonido mínimo, no estará muy lejos de la realidad.
He aquí la fórmula:
En ella las letras x, y, z representan las medidas de la habitación: ancho, largo y altura, en metros; t, la temperatura ambiente en grados centígrados; π es la conocida relación de la circunsferencia al diámetro, aproximable a 3,1416; la raíz cuadrada de 273 es el coeficiente de dilatación del aire y 331,29 es la velocidad del sonido a cero grados centígrados, en metros por cada segundo. El resultado sale en ciclos por segundo o Hz. Se sorprenderá cuando vea que la mayoría de los livings o estares no bajan de 80 Hz.
El resto, más allá de las bondades de su amado amplificador y reproductores, está en su cerebro, o en una sala tratada acústicamente y exclusiva para la audición de música; un lujo que no está al alcance de muchos.
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